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Cómo reciclarse profesionalmente sin morir en el intento

lunes, 22 de diciembre de 2014

Ni un tweet sin mi cocodrilo

Hace una semana irrumpió en distintos medios de comunicación nacionales la chocante noticia de un profesor de Derecho Procesal de la Universidad de Málaga, Alberto Postigo, que había impuesto a sus alumnos la práctica de conseguir la nada desdeñable cifra de 5.000 selfies con un cocodrilo, que debían aglutinarse bajo el hashtag #crocoproyect. Y digo imponer, porque no se trataba de un ejercicio cualquiera, sino de una prueba imprescindible para aprobar. 

Al menos, el profe tuvo el detalle de no exigir un cocodrilo de carne y hueso, también valían peluches, dibujos, colchonetas de plástico y cualquier otro formato producto de su imaginación. Recuerdo que me llamó la atención el hecho de que el profesor se centrara de manera específica en Twitter para conseguir viralidad.

El sumum del surrealismo llega a partir del aprobado: aquellos alumnos que reuniesen entre 5.000 y 10.000 fotos obtendrían un bien, un notable los que lograran entre 10.000 y 90.000 instantáneas, y un sobresaliente los que superaran esta cifra. Por último, los superdotados que consiguieran entre 90.000 y…(redoble de tambor) 500.000 selfies recibirán una matrícula de honor, y los marcianos que sean capaces de superar el medio millón de imágenes, “matrícula de honor plus”, una nota inventada por el propio Postigo, que incluso ha subido un vídeo en Youtube para explicarlo él mismo.




No sabemos cuántos alumnos habrán aprobado la asignatura tras alcanzar esa considerable cifra de autorretratos con este simpático reptil, lo que sí sabemos es que el profesor en cuestión consiguió aparecer en el telediario 1 de TVE argumentando su “brillante” idea como una necesidad de hacer entender a sus alumnos la trascendencia de las redes sociales, y declarando que, al menos, con esta iniciativa “había conseguido ser viral”, explicó muy ufano. Su intento de hazaña apareció también en diversos blogs, páginas web y medios de comunicación, tanto regionales como nacionales, incluyendo gigantes como El Mundo, Cuatro, o Telecinco.


¿Cuál es el objetivo de esta iniciativa?

Después de procesar la impresionante cifra de selfies, me llamó la atención el hecho de que se tratara de una práctica en una asignatura de Derecho, no de Periodismo o cualquier otra carrera relacionada con la comunicación. Hubiera encontrado también una lógica si se tratase de dar claves sobre las nuevas formas de comunicar en las empresas, por ejemplo.
Sin embargo, Postigo defiende su iniciativa asegurando que el objetivo es que los futuros abogados aprendan el funcionamiento de todas las redes sociales como base para conocer su trasfondo legal. 

Y claro, lo mejor para que los chavales aprendan Derecho en Internet y el Derecho en Internet no son ejemplos prácticos o casos reales de jurisprudencia, sino hacerse un autorretrato con un cocodrilo...Pese a todo, el profesor defiende su creación con uñas y dientes: "El que lo vea como algo frívolo no sabe de lo que habla", recoge el diario Sur. Es muy probable que yo no sepa de lo que hablo, no se lo discuto.

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Algunos de los selfies con cocodrilos de los esforzados alumnos de Alberto Postigo. Fuente: Diario Sur.


¿Tiene moraleja esta historia?

La realidad es que esta peculiar y llamativa campaña ha resultado ser, al parecer, flor de un día, porque no han transcendido los resultados, si acaso solo en su reducido entorno académico. Aunque si el único objetivo de tal estrafalaria práctica era que sus alumnos se dieran cuenta de la tremenda viralidad que pueden provocar las redes sociales, lo ha conseguido, aunque me extraña que un veinteañero de hoy en día no lo supiera ya a estas alturas, cuando su destreza digital supera a la de cualquier otra generación anterior.

Sin embargo, lo que me planteo es si con esta práctica los alumnos habrán conocido realmente el trasfondo legal de las redes sociales - el verdadero objetivo de su profesor, según él-, o simplemente habrán sudado tinta para conseguir 5.000 selfies con un caimán. Si acaso, habrán profundizado algo más en los intríngulis de Twitter. Me queda también la duda de si en realidad el objetivo de este profesor era abrir los ojos a sus pupilos, o solo su propia notoriedad y visibilidad.


¿Cuál es la moraleja de esta historia, si es que tiene alguna? Probablemente, que las campañas que se diseñan sin una planificación a largo plazo tienen escasas probabilidades de éxito en el tiempo, y morirán al poco tiempo de ser paridas, cuando lo normal es que si diseñamos una estrategia lo que buscamos y deseamos es conseguir un objetivo a medio-largo plazo y medianamente duradero. Yo dudo que los estudiantes hayan aprendido realmente gran cosa sobre los términos legales en las redes sociales, pero se admiten opiniones…

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